Tras varios días pensando en si hablar de todo esto o no con mi marido, creo que lo mejor es
que esta penitencia la asuma con el mayor de los silencios, que guarde todo esto en otro sobre
en mi propio bolsillo. El que quiera, que coja su cruz y me siga, pero que no me ayuden con la
mía. La voy a llevar yo sola.
El que juega con fuego se acaba quemando; mi problema ha sido no ver la llama. Me he
arriesgado, y aunque no me arrepiento de haber compartido todo esto, porque me ha
ayudado a ver la verdad, me pregunto ahora si de verdad necesitaba verla.
No sé qué pasará el día de mañana, si podré seguir ocultando una verdad descubierta. Y tú,
que lees esto, tampoco lo sabrás. Agradezco sinceramente todo el interés que han mostrado
personas ajenas con esta escabrosa (por no decir grotesca) historia, pero no quiero palabras
de ánimo ni de comprensión ni de lástima. No siento rabia, no siento ni siquiera dolor... No
siento nada. Tal vez sea eso lo que sintiera Héctor el día de mi boda. Puede que la capacidad
de no sentir absolutamente nada sea lo que, ante la incapacidad de adquirir fuerzas para
seguir viviendo, le dé a cualquier persona la fortaleza para suicidarse. No es algo valiente, ni
admirable, ni curioso... es algo que simplemente puede ser: dejar de ser.
No hay jabón ni piedra que puedan arrancar la suciedad que me envuelve ahora mismo.
Suciedad y vergüenza. Bueno, por lo menos ya no existe el miedo. El miedo al dolor es mayor
que el dolor mismo; ahora mismo ya no existe ninguna de esas dos cosas, ya no viven en mí. Al
igual que los suicidas, han dejado de ser.
“La verdad nos hará libres”. Y no nos engañemos: la mentira no duele cuando se descubre; lo
que más duele de una mentira es el tiempo que ha vivido como una verdad.
El día menos feliz de mi vida
viernes, 19 de abril de 2019
lunes, 15 de abril de 2019
Ardo
Recuerdo ahora lo que le respondí a mi madre cuando me
dijo que no estaba muy convencida
de que me casara con Andrés: “Me caso porque no le
necesito. Él es el que me necesita. No le
necesito. No te necesito. A partir de ahora, todo lo que
haga lo voy a hacer yo solo. Yo sola”.
Y yo sola he encontrado. Tal vez Dios me haya ayudado,
por desgracia. “Pedid y se os dará”.
“Si muriera ahora mismo, no me dolería lo más mínimo, y eso que parece que el alma me empieza a arañar las paredes del cuerpo. Me voy. Me voy ahora que aún no me odias. Me voy con el recuerdo de una pasión sin límites. Me llevo el sol de los mejores días de mi nueva vida. De cuánta vida se llenaban aquellas noches en las que en cada beso tu lengua parecía querer buscarme el corazón para lamerlo. Me voy sin despedirme, para no llevarme el alma que vendí, sino la sangre que querrás beber mañana; porque amor sólo amor bebe, pero más de una vida se cobra.
Me entregué tanto a ti que no sé qué pedazos de mí te sobraban. Te habría regalado mi alma del mismo modo que ahora te regalo mi muerte, porque mi mayor deseo fue morir a tu lado y dejarte en herencia latidos de sobra. No hay mayor amor que dar la vida por el amigo. Tu dolor y mi consuelo; ambos de la mano. Sólo me queda esperar; dormir y soñar que vivo. Si me marcho, para siempre, tu piel me echará de menos y tus labios querrán buscarme. Sé que se llora al muerto que nos deja los mejores recuerdos, y con cada uno de ellos, mil lágrimas más cada noche; y tú mereces reír, reír con cada soplo de aire que le regales al mundo, e inundarlo de felicidad, como hiciste conmigo, así que no quiero que riegues con tu llanto la flor que una vez planté en tu pecho, que la bañes de mi ausencia para que deje de marchitarse, con rocíos de tristeza, con un mar de melancolía. Tanto te amo que te hago esto.”
Esta nota estaba dentro de un sobre, un sobre que Andrés
tenía guardado en la chaqueta del
traje de novio. Pensaba que era uno de los sobres que
algunos invitados nos dieron con dinero
en lugar de ingresárnoslo en la cuenta. No esperaba
encontrar ningún billete, pero tampoco
este papel tan afilado. Esta mañana, aprovechando los
pocos días que tengo de vacaciones, he
decidido pasar página y llevar a la tintorería mi vestido
de novia y el traje de Andrés, cuando
hasta el día de ayer me daban ganas de tirarlos a la
basura. Ahora quisiera quemarlos. Quisiera
yo misma arder en esa hoguera. Intento mantenerme fría,
más bien congelada, para no arrasar
todo a mi alrededor con el fuego fatuo que siento salir
de mis ojos. He llorado durante un par
de horas, pero no pienso derramar más lágrimas una vez
que he comprobado que no pueden
apagarlo.
Vuelvo a preguntarme “por qué”, pero esta vez ya no por
qué Héctor nos hizo aquello, ni por
qué Andrés me ha hecho esto. Pregunto por qué Dios me
está haciendo sufrir, por qué me
manda este castigo cuando ya me puso una vez a prueba.
¿Qué le he hecho?
El Señor manda las más duras batallas a sus mejores
guerreros. He de hacerle entender que no
necesito que me quiera tanto. Dios me duele. Ahora
entiendo el calor que buscaba Andrés en
Él cuando fue en Su búsqueda; no es que huyera de mí, no
es que mi regazo le resultara frío: es
que Dios quema. Tal vez es cierto que el Espíritu se
manifiesta como lenguas de fuego y aquel
año fue a habitar en las bocas de estas dos almas
perdidas. Tal vez en un futuro pueda llegar a
entenderlo, pero el futuro se me presenta ahora mucho más
allá del horizonte, y el camino es
tal vez aún más arduo. Los caminos del Señor son
inescrutables; lo que ahora no entiendo es
qué hago yo en ellos.
domingo, 14 de abril de 2019
Entrada triunfal
Nunca pensé que sería capaz de
expresar mis pensamientos (y a veces hasta mis sentimientos)
en un espacio al alcance de
cualquiera. Si me cuesta hablar de ciertas cosas hasta con mi
psicóloga, desnudarme delante de
desconocidos es algo que jamás habría pasado por mi
mente. Regalar mi intimidad ha
sido muy arriesgado; pero siempre hay un regalo a cambio de
otro. Otra cosa es que el regalo
nos guste.
Agradezco de corazón a los chicos
de “Rescatando historias” su interés por la mía. Puede que
la chispa del morbo haya corrido
a una velocidad que no esperaba sobre este hilo de pólvora, y
la “investigación” que están
llevando a cabo se merece mi aplauso, pero no sé si realmente me
está ayudando a encontrar una
respuesta o está generando más preguntas, dudas que no se
me plantean sólo a mí. No puedo
evitar hacer las cosas por mí misma, como de costumbre, y
he considerado lícito sumarme a
esa búsqueda, colaborar de algún modo, agradecerlo de
alguna manera... y defenderme de
alguna forma. A veces sólo hay que saber buscar dentro de
una misma para encontrar las
respuestas y otras hay que mirar hasta en las nubes.
Tengo que reconocer, sin ánimo de
mostrar ninguna rozadura, que no me han gustado mucho
las insinuaciones del último
podcast. Es cierto que mi marido estuvo un año en el Seminario;
un año en el que me llegué a
sentir culpable, porque no entendía el fuego que le ardía por
dentro, y pensaba con más
frecuencia de la que me habría gustado que fui yo quien le empujó
hacia esa llama. Curiosamente fue
un sacerdote que vio mi sufrimiento el que me ayudó a
sobrellevar todo ese asunto (él
también había dejado a su novia para ingresar) y cuando ya
parecía que aceptaba y manejaba
la nueva situación, cuando creí descubrir que no le
necesitaba, Andrés volvió a
aparecer sin rogar, sediento de mí, disfrazando de vergüenza su
súplica, sujetándola con la
barbilla mientras me hablaba cabizbajo. Admito que me sentí
vencedora en una batalla que no
existía, que me dieron ganas de abrir el escote que antes no
me atrevía a lucir y pavonearme
delante del Palacio Episcopal para mostrarle al obispo que
aquel favor tan grande que le
hizo admitiéndolo en el Seminario Mayor sin pasar por los cursos
preparatorios no había servido de
nada y que ahora volvía a ser mío, más mío que nunca. De
repente me dieron ganas de
procesión, de paseo de vísperas, de volver a oler el incienso que
meses antes había aborrecido, de
encender velas y de helado por la tarde. Pasear del brazo del
que podía ser mi esposo era un
placer que sólo podía superar la satisfacción de pasear del
brazo de mi esposo. Y llegó el
momento de cumplir ese sueño. Nunca recé para pedir ese
deseo; sólo recuerdo haberle
dicho en voz baja a la Virgen que si tenía que ser para mí que lo
fuera y si no, que se lo llevara
muy lejos de mi vida.
Fue Andrés el que se encargó de
todo lo relacionado con la liturgia y de buscar al sacerdote
para poder celebrar la boda con
eucaristía fuera del horario de misa. ¿Qué pega podía poner
por habérselo pedido a un antiguo
compañero del seminario? Yo no sé qué movidas o qué
problemas podría tener ese hombre
en su cabeza el día de nuestra boda, pero estoy segura de
que nada tiene que con nosotros,
así que por mí ese rector (que, por cierto, se lo hizo pasar
fatal a mi Andrés durante su
estancia) por mí puede, y nunca mejor dicho, decir misa. Tengo,
además, la última conversación
que mantuvieron Andrés y Héctor antes de la boda, y no sé qué pelea pudieron tener mientras
fueron compañeros, pero no me importa, como tampoco
me importa lo que le pasara a
Héctor antes de suicidarse, sólo quiero saber por qué lo hizo así.

No me gusta tener que hacer cosas
a escondidas, pero no soporto las ideas extrañas y las
como hoy, sólo Dios sabe el
calvario que he pasado y es la única forma de poder hacer una
entrada triunfal.
jueves, 4 de abril de 2019
A la deriva
Recojo el ancla y me lanzo a pedir ayuda.
Es la primera vez que cuento lo que siento acerca de aquel día. Hace poco fue
nuestro aniversario y sentí que no tenía nada que celebrar. A veces necesito de
algún ansiolítico que me haga dormir, pero ese recuerdo sigue presente en forma
de pesadilla y el paso del tiempo, en lugar de borrarlo, lo ha convertido en un
mar sin orilla.
La psicóloga me ha recomendado que escriba
todo esto, lo que pienso, lo que siento, lo que me duele... En definitiva, que
lo saque, que me desahogue. Dice que me ayudará, pero también dice que las
respuestas están en mí y sólo yo puedo encontrarlas. Lo siento, pero tengo
prisa; necesito pasar página ya para no hacer esta bola cada vez más grande.
Nunca he necesitado a nadie y si alguna
vez me ha dado esa impresión he sido lo suficientemente inteligente como para
dar dos pasos atrás antes atarme a una deuda social o sentimental, pero esta
vez creo que esta vez me veo obligada a pedir auxilio o, por lo menos, un poco
de atención. Si alguien ha pasado por algo parecido (espero que no por lo
mismo) o puede arrojar un poco de luz sobre lo que hizo Héctor, por favor, que
me lo haga saber. Agradecería atisbar algún faro, aunque fuera a lo lejos.
miércoles, 3 de abril de 2019
Rojo sobre blanco
No sé si alguien recordará esta noticia. Yo sí. Fue hace dos
años. Esa R.J.C. soy yo. Esa fue mi boda. Y digo que “esa fue” porque el reloj
se paró ahí. Mis padres, mis amigas, todo el mundo quiso ayudarnos e insistió
en que fuéramos al banquete, como estaba previsto, como si no hubiera pasado
nada. Pero nadie podía hablar de otra cosa, y como nadie quería tocar el tema,
nadie habló de nada. Yo sólo quería irme de allí, no sabía muy bien a dónde.
Hay una nube que no me deja ver con claridad lo que ocurrió, sólo me recuerdo
queriendo lanzarme sobre el cura para machacarlo, para rematarlo con mis manos
por si aún temblaba. Andrés y mi padre me sujetaban. Recuerdo algunas gotas de
sangre en el mantel del altar; de las dos que manchaban mi vestido de novia me
di cuenta después de cenar, ni siquiera cuando me intenté retocar el maquillaje
frente al espejo. Eran minúsculas, pero resaltaban más que yo. A mí me parecían
charcos.
De todas las desgracias que pueden ocurrir en una boda, ¿por qué me tuvo que tocar esa? ¿No podría haber caído una tormenta tropical? ¿No podría haber hecho eso antes o después? ¿No podría haberse muerto mi madre y suspender la ceremonia? ¿Tuvo que convertirse en una pesadilla el que se supone que debía ser el día más feliz de mi vida? Lo que no le perdono a ese cura (y si hay Dios, que me perdone) es que le hiciese tanto daño a los míos. Andrés estaba completamente destrozado, pasmado, ido... Al principio mantuvo la calma, pero tengo la impresión de que en cuanto nos sentamos a cenar dejó de parpadear. No probó ni la tarta, y yo tuve que ir a vomitar unas cuantas veces. Había música, había lujo, había amor... pero no había granos de arroz en mi pelo.
viernes, 29 de marzo de 2019
Sí, quiero
Navegar por la mente de un ser humano es un deporte de riesgo. A
mí, por ejemplo, me baña un mar de dudas. Si me miro desde fuera veo que tengo
más de lo que podría desear, pero cuando me asomo al interior descubro qué es
lo que realmente me sobra: preguntas. Tengo tantas... Y ojalá estuvieran
posadas en el fondo, tranquilas, vivas pero quietas. No, no lo están; están
revoloteando, nadando, riendo, esperando la mínima corriente para enturbiarlo
todo.
¿Por qué? ¿Por qué ahora? ¿Por qué aún? ¿Por qué entonces? ¿Por qué ahí? ¿Por qué a
mí? ¿Por qué a nosotros?
Querer entrar en la mente de un suicida es lanzarse uno mismo también a la muerte, es
dar palos al aire, es intentar cortar el agua con la espada mejor afilada del
mundo. Dicen que cuando algo está tocado por la mano de Dios, no tarda el
demonio en acudir a entrometerse.
Yo conozco la voz que pronuncia todas esas preguntas en mi cabeza; se parece
demasiado a la mía. Pero... ¿qué voces oirá quien quiere quitarse de en medio?
¿Qué vino sagrado le da la paz y la fuerza necesaria para poder hacerlo? ¿Qué
malévolo espíritu le dibuja la sonrisa en la cara? ¿Será esa sonrisa cierta?
¿Será una mueca de alivio, la fuente del último suspiro, lo que en un caso
natural se conoce como la “mejoría de la muerte”? ¿Qué convierte al acto más
cobarde en el más valiente para un cobarde?
Braceo, buceo, golpeo, arrastro, me adentro, paro para respirar, me enfado y no
respiro, aguanto, soporto, trago, nado... y nada. A día de hoy, a tan pocas
millas de entonces, descubro que en el fondo sólo floto.
Quiero que el tiempo pase a muchos nudos, quiero ver cómo lo cura todo, quiero árboles
en el horizonte.
Sí,
quiero.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
Sin cirineo
Tras varios días pensando en si hablar de todo esto o no con mi marido, creo que lo mejor es que esta penitencia la asuma con el mayor de l...
-
Navegar por la mente de un ser humano es un deporte de riesgo. A mí, por ejemplo, me baña un mar de dudas. Si me miro desde fuera veo qu...
-
Recojo el ancla y me lanzo a pedir ayuda. Es la primera vez que cuento lo que siento acerca de aquel día. Hace poco fue nuestro aniversa...
-
Tras varios días pensando en si hablar de todo esto o no con mi marido, creo que lo mejor es que esta penitencia la asuma con el mayor de l...